LEO tu cuerpo en mi memoria, y en él me quedo, pues
aprendí de tu sed a no agotar la mía, y en tus piernas me debato, floto sobre
el mar, y siento la angustia y el terror de lo infinito. En tus ojos contemplo
todas nuestras noches, no pasar, detenidas en su punto más álgido, y soy como
tú: un fuego y un comienzo que se devora a sí mismo mordiendo el cuerpo de su
amante. Llamas sobre llamas en tus brazos, en tus manos, en tus labios, como un
hambre y una herida que nos pierde en este mar de sangres, donde nadamos sin
sentido, sin remedio ni horizonte.
(c) IVAN CABRERA CARTAYA